Pese a la ausencia de fuentes escritas, el protoindoeuropeo (PIE) es una de los idiomas prehistóricos mejor conocidos por la investigación lingüística. Se tiene constancia de su existencia desde hace siglos, aunque no fue hasta el siglo XIX cuando su forma se fijó y nuestro conocimiento sobre el germen de la mayor familia de lenguas del planeta se expandió. Hoy, desde la India hasta Chile, 3.200 millones de hablantes le deben su lengua.
Su proceso de conquista ha sido larguísimo, desarrollado a lo largo de miles de años. Y también muy cambiante. Allí donde hoy damos por hecho que siempre se ha hablado la misma lengua, como Italia, Francia o Reino Unido hubo antes otras, no siempre indoeuropeas. El ejemplo más nítido de este proceso es la península ibérica, donde sólo la llegada de los romanos borró para siempre el legado de sus idiomas no indoeuropeos (con la notable excepción del euskera).
Como siempre, la mejor forma de entender procesos tan prolongados a lo largo de la historia es mediante un mapa. En este caso, uno animado que recorre las veleidades idiomáticas del continente europeo desde aproximadamente el año 500 AC hasta la Baja Edad Media, en torno al 1300 DC. Cada familia indoeuropea se colorea de forma distinta, de tal modo que es más sencillo comprender cómo cambiaron las fronteras lingüísticas de Europa.
¿Qué nos cuenta el mapa? Que las presiones migratorias han definido la historia de las lenguas indoeuropeas. El Imperio Romano sirvió de catalizador para impulsar las lenguas romances en espacios donde antaño se hablaban o bien otras familias indoeuropeas (como la celta) o bien lenguas no relacionadas con el PIE. Los hoy territorios de España, Grecia o Turquía conocieron idiomas extraños como el íbero, el urarteo o el minoico, aún hoy misteriosos.
La otra entró al continente por el este e introdujo no sólo su lengua, poco a poco disgregada del PIE, sino también sus costumbres, culturas y religiones prehistóricas. De ahí que tan tarde como el año 500 AC (cuando civilizaciones como la persa, la china o la egipcia ya se habían desarrollado en plenitud) los idiomas indoeuropeos aún no se hubieran introducido en el oeste europeo. Lo harían primero los celtas, en su gran oleada migratoria, y a ellos les debemos aún hoy un puñado de pequeñas lenguas.
Sea como fuere, lo que el mapa revela es lo profundamente apasionante de la historia lingüística de las familias indoeuropeas, y los numerosos vaivenes que configuran, hoy, el diverso lienzo idiomático de Europa.
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